sábado, enero 06, 2007

VIOLENCIA Y SOCIEDAD ( I y II )


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Imagen: "Muñeca Rota". Gabriel Castillo-Herrera.

Texto: Gabriel Castillo-Herrera.

VIOLENCIA Y SOCIEDAD ( I y II ).

VIOLENCIA Y SOCIEDAD ( I ).

La violencia es la base del dominio y el control de uno sobre otros.

El no entendimiento de que el otro es –en cierta medida- yo, es la simiente de aquélla; y es así, porque no se comprende a cabalidad que, desde la perspectiva del otro autoconceptuado como un “yo”, soy “el otro”. Con ello no estoy apelando a un juicio que parta de algún punto de vista religioso; o –finalmente- sí, pero de una orbis religio (¿así se dice?, reprobé Latín); una religión objetiva y subjetivamente terrenal, humana. Por tanto, la individualidad es una instancia de carácter dual mediante la cual el ser se expresa en la unicidad y en lo diverso. La individualidad parte de, y deviene conglomerado, sociedad.

Volvamos al principio. El ejercicio de la violencia se sustenta sobre el supuesto de la supremacía de quien la sostiene (individuo, grupo, pueblo, nación...). Esa supremacía puede ser numérica, tecnológica, psicológica, o de otros factores culturales o circunstanciales.


ENFOQUE HISTÓRICO (MACRO)
Quiero suponer que el origen de la violencia fue la supervivencia, al igual que como sucede con el resto de los animales. “Te mato para comerte, antes de que me mates para comerme”. Luego, cuando los grupos humanos se hicieron más numerosos pero las técnicas de caza no hacían posible captar más presas, “Yo no pude cazar, pero te mato para quitarte lo que cazaste porque no voy a morir de hambre”. Con el descubrimiento de la agricultura y el advenimiento del pastoreo, van surgiendo las grandes civilizaciones en donde las condiciones geográficas fueron propicias; pero existían otros pueblos asentados en sitios cercanos en donde la Madre Tierra no había sido tan pródiga; entonces: “Te ataco para arrebatarte lo que tienes antes de que me hagas tu esclavo”.

Así, van surgiendo las sociedades divididas internamente. Y las grandes civilizaciones comienzan a luchar entre ellas, con el agregado de que las religiones –quiero suponer, también, que nacieron con el fin de servir como factores de cohesión y fraternidad, que luego se distorsionaron, entre los hombres y los pueblos- se convirtieron en instancias de poder: “Te mato porque mi dios es más ‘chido’ que el tuyo”.

Así, la historia del ejercicio de la violencia, tanto la que se manifiesta entre individuos como entre naciones (sólo es cuestión de enfoques históricos o niveles de abstracción), se sustenta en el hecho de que las sociedades humanas no son capaces de producir bienes materiales suficientes, o –en la mayoría de los casos-distribuirlos equitativamente, de una parte, mientras que la población crece sin freno. Dicho de otra forma: la violencia se plasma como manifestación de la contradicción propiedad contra no-propiedad, dentro de los límites de un Estado (y se controla mediante la violencia de Estado), o bien, violencia de Estado contra otros Estados por circunstancias similares (propiedad contra propiedad).

Situándonos en épocas más o menos recientes, cuando las sociedades modernas empiezan a beneficiarse de los adelantos técnicos provocados por la Revolución Industrial, sobreviene la sobreproducción. A partir de entonces la nueva contradicción se expresa entre el abuso y despilfarro de la propiedad contra la carencia de toda propiedad (se agudiza la contradicción entre propiedad y no-propiedad).

A fin de cuentas, la historia se repite; pero sobre bases cualitativa y cuantitativamente distintas, ya que las sociedades se amplían con arreglo al crecimiento de factores económicos (producción, mercados, etc.) y los marcos de organización política (tribus, ciudades estado, imperios, naciones, naciones agrupadas –UE, por ejemplo- globalmente) que inexorablemente cumplirán con un ciclo de existencia que encuentra paralelo en la vida de cualquier ser vivo: nacen, crecen se reproducen y mueren.

Nacen, generalmente, como consecuencia de un acto magnificado de violencia (una guerra de características catastróficas).

Crecen, en base al ejercicio de la violencia institucionalizada (lo que en tiempos modernos se llama “Seguridad Nacional” con respecto a lo externo y la manipulación dual del concepto “Estado de Derecho” en lo interno).

Se reproducen, creando sofisticados mecanismos de control que se incorporan a la cultura (el llamado “entretenimiento”, por ejemplo), la creación de patrones de conducta y pensamiento y un atiborramiento de información que, en esencia, no sirven para nada que no sea confundir y –en última instancia- disminuir la capacidad de pensar (lo que es realmente pensar). En este punto, la violencia se torna psicológica.

Mueren (o morirán) mediante un acto violento, similar al que les dio origen. Pero de que se mueren... Se mueren.

Hasta aquí, el tema de la violencia desde un punto de vista, un tanto, macro. En el próximo número habremos de tratar de bajarlo al punto de que partimos: el yo, en tanto ser individual y ser social.

Chau, chau, bambinos.


VIOLENCIA Y SOCIEDAD ( II ).

¿En qué nos quedamos? De acuerdo al anterior capítulo, se podría pensar que este tecleador piensa que la violencia es inherente al ser humano y que es algo que no se puede remediar; pero nada más erróneo que eso. El paso de mono a humano y los milenios de creación cultural, tecnológica, filosófica, huuumm... Y social, en todos los sentidos, de algo han de servir, ¿no?

Sin embargo, pareciera ser que entre más avanza la humanidad, la violencia se dispara. Tendremos que volver al punto de partida de nuestra reflexión. Decíamos que la violencia se originaba en tanto necesidad de supervivencia. En los tiempos actuales, así como el ser humano ha sido capaz de crear niveles de riqueza, también crea su contraparte. Con la globalización, estas circunstancias se ven potenciadas.

Históricamente, los grandes imperios (Roma, por ejemplo) han creado sus mecanismos de defensa. De una parte, leyes que protejan la propiedad (o, en ese entonces, la posesión, puesto que no existía la propiedad en su sentido actual) y corporaciones a las que se les otorga el derecho de ejercer la violencia institucionalizada para “guardar el orden”. Y, de otra parte, circunstancias distractoras para hacer que las necesidades y carencias no desemboquen en descontento y revueltas: “Pan y circo”, consistente en mostrar una violencia “controlada” a manera de espectáculo.

Los modernos imperios también han desarrollado esas antiguas prácticas: mostrar espectáculos violentos como “entretenimiento”; sólo que con los avances tecnológicos, no solamente se pueden observar, sino que uno mismo puede manipular máquinas en las que uno controla a “héroes” de la violencia. El “entretenimiento” televisivo, está compuesto por caricaturas con contenido violento; las telecomedias, igual.

Los modernos paradigmas son ser agresivo, osado. Y hasta algunas escuelas “modernísimas” pregonan el egoísmo como virtud encaminada a fortalecer la autoestima (habría que decirles a esos “científicos” que confunden la magnesia con la gimnasia). Y hasta la “literatura” se ve impregnada de porquería: los escritores que más venden lo hacen sobre temas violentos (historias sobre narcotraficantes, thrillers, etc).

Toda esa concepción distorsionada se instala en las mentes humanas desde los primeros años de existencia, etapa de la vida en que todo lo que se anida en la mente se asume. No es casual que los actos delictivos más atroces de los últimos años hayan sido llevados a cabo, frecuentemente, por menores o jóvenes que apenas rebasan la mayoría de edad.

Así que sería bueno que para la siguiente marcha contra la inseguridad y protestas derivadas, si es que en realidad no obedecen a manipulación de la clase media, se exija cambiar contenidos de programaciones televisivas; digo, sólo por poner un ejemplo.