viernes, febrero 11, 2011

DE CRETINOS E ÍNDICES DE INFLACIÓN

Por: Gabriel Castillo-Herrera
En el Foro Económico Mundial de Davos, el responsable de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público de México, Ernesto Cordero, afirmó que los incrementos en el costo de la gasolina no repercutían en el alza de precios. Y, para demostrar su dicho, afirmó que en el mes de enero el índice de inflación –según el Banco de México- había sido el más bajo en una veintena de años. ¡Santísima estabilidad económica, Batman!
Los demás asistentes al foro debieron quedar sorprendidos de que, en México, quienes se encargan del manejo de la economía posean varitas mágicas y sepan diseñar sortilegios para que las leyes económicas funcionen de forma diferente al resto de las economías de mercado del mundo. “Pues ¿cómo le hacen?”, inquirieron todos a viva voz pues no salían de su asombro. “¿Acaso se lo deben a la milagrosa Morenita del Tepeyac?, ¡que nos lo explique el señor Bruno Ferrari!”, pidieron a coro. Sin embargo, como el tiempo de exposición en ese tipo de foros no es abierto, dado el número de participantes, no hubo posibilidad de que nuestro brillante funcionario diera luz con su sapiencia a quienes lo inquirían.
Muy lejos de Suiza, acá por los rumbos de la Colonia Guerrero, se suscitaba un hecho cotidiano. Don Memo Portales (no confundir con Bill Gates, sólo son homónimos) salía a la calle, como todas las mañanas, con la firme intención de dirigirse al puesto de tacos de la esquina, el cual es atendido por “el Lorenzo” Sam Brada (tampoco confundir con el conocido empresario cementero expropiado por Hugo Chávez, allá en Venezuela). Llegó a su destino y luego de las consabidas salutaciones y comentarios acerca del clima, el partido de fútbol de la noche anterior y de las alzas de precios merced a “la cuesta de enero”, procedió a desayunar. Pidió le sirvieran dos tacos de nana, uno de maciza y otro de cuerito, los cuales engulló con fruición; limpió sus dedos y labios con un trocito de papel de estraza y, acto seguido- solicitó la cuenta. Sam tomó un lapicillo con el cual garabateó sobre otro papelillo y determinó: “Son cincuenta pesos, don Memo”. El sorprendido señor Portales contestó:
-¿Qué pasó, “Lorenzo”? ¿Pos qué, no soy cliente de diario pa’ que me quieras “ver la cara”? ¡Pos si siempre pido lo mismo y me has cobrado nomás cuarenta pesos!
-Pos sí, don “Memorias”, pero pus ya subió el pan…
-¿Y eso qué? ¿Apoco les pones pan a los tacos como pa’ que cuesten más?
-Pos no, pero pus mis hijos sí comen pan; ansí que yo le tengo que subir a los tacos pa’ poder comprar el pan pa’ mis hijos y mi vieja. No puedo mantener los precios de los tacos porque si no ya no voy a poder comprar el pan; y ‘on’ que los escuincles son re tragones de “conchas”. Así… ¿pos qué quiere que haga?
Con tal lección de economía –que convendría tomara Ernesto Cordero, antes de decir barbaridades en Davos- se retiró don Memo Portales encaminándose a su taller con una idea fija: “Nooo, pus así no me sale; tengo que subirle a la ‘hojalateada’ de las carcachas, ni modo”.

miércoles, noviembre 24, 2010

Norte Grande. Premio Gabriela Mistral de Poesía 2010

El galardonado fue Mario Alejandro Sepúlveda.
Ver comentario en :
http://gabrielcastilloherrera1.blogspot.com/2010/11/norte-grande-mario-alejandro-sepulveda.html

domingo, agosto 29, 2010

SER DE IZQUIERDA

¿POR QUÉ SOY DE IZQUIERDA?
Por : Gabriel Castillo-Herrera.

El enunciado interrogativo lleva en sí una afirmación: está dando por hecho que quien se hace esa pregunta da por sentado algo que habría que demostrar.
No hay en el párrafo anterior ningún afán de ser agnóstico, por el contrario: sucede que partimos de la observación de declaraciones de algunos personajes de la vida pública. Por ejemplo: a López Obrador se le considera ser un político de izquierda, Carlos Navarrete dice ser un hombre de izquierda; pero, también –y es aquí donde surge la peor incógnita-, Felipe Calderón declaró alguna vez que “…vamos a rebasar a López Obrador por la izquierda”, lo que nos hace suponer que, de alguna manera, el presidente electo en tribunales, cree ser de una izquierda más radical que el primero.
Pues bien, podríamos afirmar que a la realidad le tiene sin cuidado el juicio que cada quien tenga de su persona. Una categoría es lo objetivo, otra lo subjetivo y, aquí se complica el asunto, otra lo concreto. Veamos, que Calderón se defina, desde lo subjetivo, como de izquierda, es algo que la objetividad –de acuerdo al párrafo siguiente- se encargaría de contradecir. Con AMLO y Navarrete, partiendo de que ambos pertenecen a un partido que se identifica a sí como “de izquierda”, se les podría situar en la misma categoría; sin embargo, sabemos que tienen divergencias de consideración, en algunos puntos. Entonces: ¿cómo preguntarse “por qué soy de izquierda”, sin haber definido el concepto –sin encontrar el carácter en lo concreto- de qué es ser de izquierda?
Así que, es menester buscar el origen, la historia, la etiología, de “izquierda”. En la asamblea producto de la Revolución Francesa triunfante, los representantes del viejo orden se sentaban a la derecha del sitio que les daba alojo; los representantes que pugnaban por el orden nuevo (entre quienes se encontraba la burguesía, lo que hoy se antojaría aberrante) ocupaban el lado izquierdo. Es sólo una referencia; lo destacable del asunto es que los del lado derecho representaban al poder económico de los terratenientes, el oscurantismo religioso, el señorío feudal, a la monarquía, el Estado opresor y a las fuerzas que se negaban a morir ante el empuje del cambio revolucionario; y, los del lado izquierdo, representaban a las fuerzas del cambio: los comerciantes, los pequeños industriales (la burguesía, pues), la ilustración, la república, la libertad, la civilidad y el pueblo llano. Hay más: los de la derecha se identificaban con los cambios de forma o por lo estacionario; los de la izquierda, por la transformación: por la revolución. Los primeros por la preservación del mundo de la Idea sobre el de la materialidad; los segundos por lo inverso. (La opresión es una expresión de la lucha de clases, si Navarrete declara pertenecer –en entrevista con Raúl Cremoux- a una izquierda “moderna” que no cree en tal lucha ni, entiendo, en la revolución “violenta” -hay grados y modos de violencia-: ¿es de izquierda?).
Respondería a la pregunta inicial: Me asumo de izquierda porque entiendo –que no es lo mismo que creer- que el universo, el mundo y las sociedades humanas se transforman permanentemente, 1.- en contenido aún a pesar de que haya factores que se resistan a ellos, lo cual aparece, 2.- como una necesidad para el cambio en esencia: la revolución. Y me asumo, en tal virtud, como actor de cambio.

En fin: sólo es una tarea del Taller.

lunes, mayo 26, 2008

Carta a Editorial Planeta, sin respuesta

Editorial Planeta.
Selene Girón:

Para un escritor (periodista, fotógrafo y músico) -como yo- que intenta hacerse de un sitio dentro del mundo de la literatura (la editada por firmas de prestigio), resulta un tanto grotesco que Vicente Fox -un tipo burdo, inculto y hasta esquizoide que tuvo la infame fortuna de ser elegido presidente del país- haya publicado un libro, el cual está siendo promovido en los Estados Unidos; un hombre que no es capaz de leer periódicos, y sí revistas “del corazón”, ahora es… ¡escritor! (Como si no hubiera sido suficiente escucharle estupideces durante 6 años). Y lo mismo ha sucedido con otros personajes más cercanos a la farándula que a la política (que Gloria Trevi, que Talhía, que…): de pronto ¡son escritores! y ¡les publican!

Bueno, lo anterior viene al caso porque desde el mes de junio del 2007 presenté ante ustedes una pequeña obra de mi autoría titulada “Guiñol Monstruoso” (Recibo de obra N° 4145). Se me indicó que en dos meses –aproximadamente- estaría listo el dictamen correspondiente; sin embargo, a la fecha, no he recibido ninguna información (ni “sí”, ni “no”; ni trompetillas, ni mentadas), no obstante que a este correo electrónico, precedió otro en referencia al mismo asunto.

Acepto que la industria editorial global esté más interesada en difundir a autores conocidos –y, aun, en la banalidad si esta representa buenos dividendos; después de todo es un negocio-; pero uno -como quien esto escribe- esperaría, al menos, una mejor atención. Isn’t it?

Gabriel Castillo-Herrera.

sábado, marzo 29, 2008

18 de marzo

18 DE MARZO.

Por: Gabriel Castillo-Herrera.

Escribo, para una revista chilena, una serie de artículos sobre la historia de México y estoy por llegar al periodo revolucionario.

Creo, en contraposición a muchos “analistas” mexicanos, que hubo varios capítulos que le dieron, y siguen dando, validez; sin embargo, no tengo duda de que el más significativo es el que, ya después de la lucha armada, hizo posible que México abandonara el carácter de país semifeudal: la expropiación petrolera. Si bien la lucha armada permitió la liberación de la mano de obra -lo cual es una característica obligada para que el sistema capitalista se desarrolle- antes del estallido social la fuerza de trabajo se encontraba sujeta –de hecho y derecho- a la tierra; pero el episodio ocurrido en 1938 cambió el cariz de la nación en su conjunto.

Esto viene a colación porque la noche anterior a la que escribo escuchaba a una analista afirmar que se nos ha estado engañando desde las instancias del poder –no ahora, sino desde siempre- con la falacia de que el petróleo es nuestro cuando, en realidad –según la mencionada-, es que sirve tan sólo a la elite gobernante y a su sindicato. ¡Menuda perla!

Nadie podría negar que tales instancias de poder se han beneficiado de PEMEX, pero para solucionar el problema hay que acabar con la corrupción, no con PEMEX. A ningún médico se le ocurriría “curar” a un enfermo aplicándole la eutanasia en vez de recetar un remedio contra el mal; pero algunos “modernos” analistas televisivos están convencidos de que sí.

[N.B.: La sapiencia de los buenos albureros (como mi primo Yair Nepomuceno, hojalatero ambulante de la Portales) dice que “…no es lo mismo ‘la cómoda de tu hermana’, que ‘acomódame a tu hermana’ ”].

Sucede que estos modernos analistas, no obstante sus maestrías y doctorados en el extranjero (o por ello mismo) no saben discriminar entre la apariencia y la esencia de las cosas. O, bien, pretenden dar validez a los intentos gubernamentales de reprivatizar la industria petrolera mediante la reforma energética que, afirman, es necesaria. “Necesaria”, ¿para quién?

Tal parece que el anterior gobierno y el actual –y el empresariado que los apoya- no pueden dejar atrás el estigma del “síndrome del cangrejo” que ha caracterizado al conservadurismo mexicano: vivir de la renta y no de la reproducción del capital y la plusvalía. Y aun se justifican: “No vamos a privatizar, sólo a otorgar contratos a particulares”.

[N.B.de mi prima Concha Vanesa (hermana del Yair): O sea… neta huei: ¡No manchen!, ¡jelou! Si eso no es privatizar; o sea… ¿ves?, tampoco es todo lo contrario. ¡Neta que lo es!; aquí en la Bondojo, como in De Jils (Las Lomas) y en Sanna Fi, ¿mexplico? ¡chido guan! O sea… ¿mentiendes?].

Estos señores “cangrejos” (apelativo que su ascendencia se ganó a pulso durante la intervención francesa por su afán de caminar –históricamente- para atrás) añoran las antiguas formas de apropiación de la riqueza y las costumbres cortesanas características de la rancia aristocracia. Por ello, cuando la sociedad mexicana cambió merced a la Revolución y –como afirmo- a la nacionalización del petróleo, no supieron transformarse en burguesía y dejaron la tarea de levantar una sociedad nueva al Estado, el cual tuvo que sacar de la chistera de mago al conejo del capitalismo monopolista de Estado.

Y aun culpan al PRI (lo cual es otro cantar) en vez de achacarlo a una necesidad histórica de coyuntura derivada de su incapacidad de ver para adelante.

Antes del estallido revolucionario, el 80% de la población vivía de las actividades del campo; y la mayoría de ese ochenta por ciento eran peones acasillados cuya subsistencia reptaba entre la miseria, la violencia y la muerte. ¿Qué iba a ser de esa inmensa masa liberada después de la guerra intestina?

Recuerdo que mi padre, cuando yo era niño, inventó un cuento: unas hormiguitas vagaban sin rumbo buscando un sitio donde instalarse. Después de mucho tiempo decidieron asentarse en un paraje, en apariencia, inhóspito; pero localizaron una mina de azúcar. Se dispusieron a trabajar y comenzaron a extraer grandes cantidades del producto. Al poco tiempo llegaron más hormigas, por lo que empezó a forjarse un pueblo. Entonces se hizo necesario instalar mercados donde adquirir ropa y alimentos; construir casas; más tarde, escuelas para los niños hormiga; luego bibliotecas, teatros, cines, etc. Hasta que levantaron La Gran Hormigatlán, una gran ciudad - estado que fue la envidia de las demás especies animales.
No sé si Lázaro Cárdenas del Río y sus ilustres asesores (entre los que se encontraba don Jesús Silva Herzog) se sabían ese cuento. Lo cierto es que encontraron qué hacer con la referida masa depauperada que poblaba el México post revolucionario en un símil de la fábula. Y aprovecharon una situación del momento: ante la soberbia, la fatuidad y necedad de las poderosas compañías extranjeras frente los requerimientos salariales de los trabajadores petroleros, aquél decretó la nacionalización del energético y la infraestructura que sostenía la industria. Y con ello, como en el cuento de mi padre, posibilitar el México de hoy, el urbano; el que disparó otras industrias y el comercio; con base económica propia.

El petróleo, desde ese punto de vista, es el forjador de la nación mexicana. Y, desde esa perspectiva: ¡Claro que es patrimonio de todos los mexicanos! Si no fuera así, la analista mencionada al principio de este escrito no estaría dando su opinión ante los medios televisivos, estaría, quizá, labrando la tierra. Si tierra tuviera.

Los “cangrejos” añoran vivir de la renta como destino para México y entregar la plusvalía a las compañías extranjeras, precisamente como sus ancestros. ¿Dónde está su modernismo?

Yo no sé cuándo aparezca este artículo, pero confío que se convierta en una suerte de invitación a los actos convocados por Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo capitalino. Después de todo, no se trata de actos partidarios, sino de defender el patrimonio de la nación, indistintamente de la simpatía por cualquier instituto político.

miércoles, noviembre 14, 2007

Apostasía gabrielina


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MIS HEREJÍAS ROCKERAS.

Por: Gabriel Castillo-Herrera.


Para el Profesor Chepe Tín.

No, yo no tuve un papi que me trajera pilas de discos al regreso de sus viajes por el extranjero; es más: él nunca puso pié sobre suelo allende las fronteras mexicanas. De tal suerte que para conocer a los grupos rocanroleros de aquellos años de mi juventud -los 60’s y 70’s- y sus avanzados repertorios, los chavos del rumbo teníamos que recurrir a elaboradas técnicas de persuasión -que fuimos depurando en la praxis revolucionaria del “verbo” y en la dialéctica materialista del “cuatismo”- ante los empleados de los expendios de discos mejor surtidos que guardaban el material que nos quitaba el sueño: ¡Señores y señoras!, ¡renacuajos et renacuajas!, con ustedes: ¡Le rocanrlé!

¡Enchanté, monsieur broderito!

Tal que, aprovechando que nuestros nuevos amigos de las tiendas generalmente eran eruditos en la materia, sólo bastaba darles un poco de cuerda para que soltaran toda su sapiencia y la compartieran con nosotros a la vez que podíamos escuchar varios acetatos “de gorra” con la compra de sólo uno.

Ese “uno” daba vuelta por todo el vecindario. Nos reuníamos en las casas de los pocos y afortunados poseedores de una consola estéreo para pasarnos horas y horas como embrujados. Así, de la licenciatura en melomanía, pasábamos a doctorarnos en crítica musical; sobre todo quienes poseíamos algún conocimiento musical o tocábamos algún instrumento, ya que esa condición nos brindaba la oportunidad de engrosar nuestro particular repertorio, el que adquiríamos –baquetas, guitarra o bajo en mano- repitiendo mil veces el paso de la aguja sobre los surcos del fonograma, y los dedos sobre el diapasón, hasta copiar en nuestra memoria los detalles de cada rola.

Así adquirimos nuestros parámetros estéticos y los de grado de dificultad técnica en la ejecución de cada instrumento.

Supongo que la mejor ganancia por escuchar críticamente tanta música en esos años –y que confirmé mucho tiempo después, al introducirme en el estudio somero de la terapia Gestalt- fue descubrir el proceso del “darse cuenta”: encontré que para llevar a cabo cualquier tarea de corte artístico (sobre todo en la composición) poco vale la intuición -la inspiración- o la habilidad técnica; hay que tener una visión general del mundo y de las cosas que lo conforman. Hay que tener algo qué decir -en la letra de la canción- y que expresar en lo musical. No bastaba entonces ser buen cantante ni buen músico –como es el paradigma en la actualidad- para ser de los mejores. Había que tener –como hay que tener hoy- la cabeza llena de reflejos del exterior, elaborarlos desde diferentes perspectivas, nutrirlo con diversas disciplinas y mandarlo nuevamente al mundo de la materialidad en forma de canciones y música.

Tal que la época misma generó los elementos cognitivos y estéticos para poder llegar a convertirse en un perverso apóstata a riesgo de ser lapidado por la papal gerontocracia papal de rocanroleros que hoy no distingue entre lo bueno y lo malo, entre la calidad y la cantidad, entre trascendente e intrascendente. “El Rock de los Sesentas” se ha convertido en un hito; pero habría que hacer distinciones: no todo lo producido en los 60’s se correspondía con la coyuntura social, política, artística y filosófica de entonces.

El mundo de post guerra se convulsionaba en busca de lo nuevo en todos los órdenes mientras que las instancias conservadoras hacían lo imposible por detener el paso del tiempo. Así que ese fue el caldo de cultivo de la nueva música. Hubo una explosión de talentos porque la época estuvo plagada de explosiones en todos sentidos. Se crearon, también, iconos al fragor de las batallas que, así como brillaban, se apagaban. Fuegos fatuos.

Primera herejía: desde el escenario anterior, Elvis Presley será considerado por millones muy “Rey del Rock’n’roll” pero jamás estará a la altura de los genios de Liverpool, por decir lo menos. Sólo tuvo la fortuna de contar con una buena voz, ser medio “rostro”, mover las caderas y pasar por ahí, a la hora y el lugar donde se estaba inventando la nueva música que sería un canto a la inconformidad, la rebeldía, ante un mundo pazguato –por un lado- que no ofrecía a los jóvenes nada más que convertirse en carne de cañón, para las guerras que implementaban sus padres contra todos los que fueran diferentes a ellos, y convertirlos en vendedores y consumidores de todo lo que se les ocurriera, a cambio de una vejez prematura: con tostadores de pan, con refrigeradores, con aire acondicionado, sentaditos en cómodos sillones idiotizándose frente a la tele, rodeados de su bonita familia y –God bless you all- con caca en la cabeza. ¡Mira qué bonito! ¡Elvis se fue a hacer su servicio militar como good boy!

Ese era un rock muy american dream. Que aún así haya espantado al buen burgués con conciencia de predicador es otra cosa: mojigatería. In God we trust, but time is money. So what?

El rock tuvo que irse de paseo al otro lado del mundo, a Europa; precisamente a Inglaterra, para culturizarse; para dejar de ser inocua diversión, romanticismo ramplón y respetuosísima mentada de madre a sus mayores; tuvo que largarse a un sitio donde la juventud vivía en la desesperanza y las calles albergaban la devastación de post guerra. Tuvo que ir allá y alimentarse de nihilismo para alcanzar la categoría de arte y resurgir como canto contestatario. En los Estados Unidos sobrevivía un tipo de rock marginal y casi proscrito que se componía y tocaba sólo en ghettos y universidades; por negros que no eran partícipes del american güey of laif y por güeritos con acceso al conocimiento humanista y artístico; por Chuck Berrys y Bobes Dylans.

Inglaterra se contagió de ese rock inicial que sonaba duro pero que cantaba intrascendencias: Zapatitos de ante azul, rocks carcelarios y perros rastreadores que eran asimilados por Cliff Richards y los Shadows. Sin embargo, pronto se contagió con el virus de blues proveniente, también, de la Gringoamérica. Entonces se convirtió en contestatario por dos vertientes y joven como característica esencial. Y, a fin de cuentas, revolucionario.

Así que en ese lugar en el que aún eran descubiertas bombas alemanas sin estallar surgieron sus majestades: The Beatles. Pero sus majestades habían crecido bajo la influencia musical del mismo rock gringués. Eran inocuos. Así tuvieron que cultivarse artísticamente por dos vías: la externa (la influencia y enseñanzas de George Martin) y la interna (la voracidad intelectual y humanista de John Lennon). Y así fue como aprendieron a estar en el mundo nuevo, de cambios, y reflejarlo en su música.

El rock’n’roll se convirtió en Rock, a secas, y se convirtió en arte a partir de “Rubber Soul” y se consolidó con “Revolver”.

Y así regresó a los EU’s, donde los gringuitos tuvieron que hacer lo necesario para que su roquito se volteara de cabeza. Tuvieron que darse cuenta de que tenían que transformarlo en manifestación cultural, artística, y despojarlo de su cariz insulso. Los europeos tenían historia; pero los hotdogeaters no. Ellos tuvieron que desprenderse del cow boy que llevaban muy adentro; del macartismo aprendido en casita con sus papis; y ellas de la Doris Day que albergaba su corazón.

Grace Slick tomó su flautita transversa, y su voz de ángel de los infiernos, y se marchó a formar parte del Jefferson Airplane de Jorma Kaukonen.

Jim (quién sabe por qué hoy se nombra “Gene”) Mc Guinn se compró una Rickenbaker de 12 cuerdas, recopiló varias rolas de Dylan y se largó a buscar a David Crosby para formar a The Byrds.

Joachim Krauledat, alias John Kay, junto con Gabriel Mekler, diseña al Lobo Estepario: Steppenwolf. Y el rock se mete en política antigringa.

John Cipolina forma Quicksilver Messenger Service.

Lou Reed y John Cale, Velvet Underground. Profecía de lo punketo

Y, Cuando la Música Termina la luz se apaga: The Doors.

El rock se torna en plataforma pacifista, intelectual y snob mientras que surgen los ángeles caídos en la música de ambos lados del Atlántico.

Es una etapa tan pletórica de manifestaciones que lo burdo se mezcla y confunde con lo elaborado; lo simplón, con el arte; lo espectacular, con lo efectivo.

En Inglaterra pasan por las filas de un solo grupo, The Yardbirds, los tres mejores guitarristas de rock: Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page.

Segunda herejía. Steppenwolf se mete duro contra Nixon; en contraparte, un guitarrista apolítico, Jimmy Hendrix, toca inspiradamente el himno de los Estados Unidos, país que envía a los jóvenes de ese país a ser desmembrados en Viet Nam. Es reverenciado mientras destroza su instrumento, el que posteriormente incendia. ¿A quién, en su sano juicio, se le ocurriría incendiar una Strato? Y aun podría ser una Guya Tone, la marca no importa; lo abyecto es la inmolación de lo que le hace expresarse –supuestamente- artísticamente. (“No estamos tocando, estamos haciendo el amor”, dijo alguien de Jefferson Airplane). ¿Quemar algo con lo que se hace el amor?

Clapton –modesto- alguna vez afirmó que El Guitarrista era Hendrix, no él. Sin embargo, hay una gran distancia entre ambos: Eric es un artista; Jimmy, quien abusaba de los efectos, un malabarista que comparado –tarea temporal y espacialmente imposible pero ilustrativa- con los guitarristas de la Escuela de California (Joe Satriani y Steve Vai) parecería tullido. A mi modo de ver, la aportación mayor de Hendrix fue la Wah-wha. Pero George Harrison introdujo el Phaser y su estatura no deriva de ello.

Tercera herejía. De ordinario, se habla de “los Genios de Liverpool” refiriéndose, en esencia, a John y Paul. George Harrison hizo posible que los Beatles se separaran del resto de los grupos al introducir en su música, aparte de la cítara, escalas musicales cuyo origen pertenece a la música oriental, impensables para una música nacida en occidente. Se puede no comulgar con el pensamiento hindú, pero lo cierto es que proporcionó al grupo una forma intelectual que revolucionó las formas de expresión artística (ya hemos dicho la diferencia entre el rock anterior y el posterior: aquél fue elaborado sin un trasfondo intelectual, reflejaba sólo vivencias rutinarias) Transformó el rock. De tal forma que los revolucionarios del grupo fueron el avagardista John y George. Mc Cartney es un excelente músico y compositor; pero no quien haría una revolución como fue la beatleana.

Cuarta herejía. Beatles o Rolling Stones. “Los rolling eran los ‘macizos’; los Bicles, fresas”. Concederemos, qué más da; pero quienes hicieron la revolución musical, porque tenían con qué hacerla (preparación musical, ideas y una visión general del mundo) fueron los de Liverpool. Desafortunadamente, la buena música se hace a partir del dominio o asimilación de una concepción estética, no desde lo “macizo”. Hoy, el “macizo” Mick Jagger hace su vida en el jet set (¡santísima macicés, Batman!) y su satánica y farmacéutica compañía, Keith Richards, continúa tocando tal y como lo hacía hace más de cuarenta años. Lo que fue manifestación contestataria, si permanece en esa categoría, se convierte en reaccionario. Lo que vale, entonces como hoy y siempre, es transformar lo contestatario en revolucionario.

Y continúan las sardónicas herejías:
Hay una tendencia manifestada por la Real Añoranza del Rock que aún hoy cree que entre más destrampado, mejor músico se podría ser. ¿Keith Moon mejor que Ginger “Pataloca” Baker?, ¿mejor que el Bonzo? ¡Pamba loca! Una cosa es que a alguien pueda gustarle más aquél –y en gustos todo se vale-; pero para hablar de música hay que saber de ella.

De risa loca: “Led Zeppelín es el pionero del heavy metal”. ¡Ja ja! Sí, tanto como Jefferson Airplane de las cumbias.

Bueno, ya me estoy poniendo demasiado irreverente; así que mejor me despido con la última herejía (que ya toca los tempranos 70’s): ¿Qué es “El lado Oscuro de la Luna” comparado con “Close to the Edge”? Muy poco, realmente muy poco.

Se reciben jitomatazos en el correo electrónico del autor.

viernes, septiembre 14, 2007

Acerca de Ocio

ACERCA DEL OCIO
(Apologética de la Güeva).

“La ociosidad es la madre de
todos los vicios”. ANÓNIMO.


Hace algún tiempo alguien me dijo, o lo leí en alguna parte, que el origen del epígrafe había que buscarlo en los tiempos de la Revolución Industrial, pues había sido acuñado por los filósofos que trataban de validar lo racional del mercantilismo que dio origen al capitalismo. En aras de la reproducción del dinero, que aún no capital, había que meter en las conciencias de los hombres la idea de que los holgazanes no tendrían cabida en el nuevo mundo que estaba por venir. Había que convencer a todos de que el progreso de las naciones y de los individuos sólo era posible trabajando, trabajando y trabajando como burros en las factorías que dicha revolución estaba impulsando. No quedaba más remedio que emplearse como obrero en las fábricas de hilados y tejidos y otras de símil importancia que se estaban creando por aquí y por allá merced al desarrollo de la tecnología dado por el perfeccionamiento de las máquinas de vapor que en esa época llegaron a un grado tal, que permitió crear volúmenes de mercancías que hicieron posible la ruina de los pequeños talleres artesanales que no pudieron competir con las industrias de su mismo ramo. Los pequeños propietarios de tierras para cultivo tuvieron que deshacerse de ellas, cuando no fueron despojados con lujo de violencia y declarados “vagos”, para que éstas pasaran a convertirse en pastizales para ovejas, las que proveían de materia prima a la industria en boga. Así, los campesinos desposeídos tuvieron que enrolarse como obreros para poder subsistir y para no ser perseguidos por “vagancia”. Así que despojados, cuando no prófugos de la ley, todavía se les metió en la cabeza la idea de que tenían que trabajar como acémilas para no caer en el “vicio” de la ociosidad.

Sin embargo, en la antigua Grecia, en tiempos de Don Aristóteles, se consideraba que una de las actividades más altas de la especie humana era la contemplación y el pensamiento trascendental; esto es -sin más ni más, puesto que no se puede practicar cuando mente y músculos están atentos en otro tipo de ocupación- el ocio. Dicho de otra manera muy castiza: La Güeva.

Y, como dice maese Erich Fromm, con ese tipo de ideas surgidas de los “filósofos” que querían vender a todo mundo lo importante de dejar de pensar, de convertirse en seres ocupados, ocupados, ocupados, se fue dejando de lado el ser para sustituirlo por el tener; el alejarse de la Madre Tierra, de la Naturaleza, para insertarse en el mundo creado por el hombre. Dejarse devorar por las ciudades. Alejarse de la creación de sus manos y su cerebro para convertirse en manufacturador de algo que sólo constituye una parte de un producto final que no va a ver terminado ni va a saber su destino.

Todas las anteriores aseveraciones no quieren decir que quien escribe estas líneas esté en contra del progreso o se niegue a aceptar las cosas como son y luche por como quisiera que hubieran sido; la historia fue así y los hechos pasados no se pueden modificar. Lo que se trata de dignificar, o revalorar, es ... el ocio, la fiaca, la güeva.
El ser humano, hombre o mujer, que sólo tiene en su mente el trabajo como medio de obtener satisfactores y bienes de consumo para elevar su status en una sociedad en la que se compite contra todos por tener más que sus semejantes, se acerca cada vez más a una categoría subhumana. En aras de la competencia, que es la nueva idea que nos quieren vender “filósofos” y gobernantes, nos vamos alejando paulatinamente de nuestros hermanos de especie. Nos vamos hundiendo, sin remedio, en el mal de la época actual:
La Soledad. Y podemos estar entre mil y una gentes y nos sentimos solos. Así podemos reunirnos con la familia de al lado y organizar una velada de chupe y fútbol, pero siempre tendremos en mente el “yo tengo un mejor coche que el pinche de mi compadre”; y las esposas: “nosotros nos vamos a ir a Orlando las próximas vacaciones... ¿y ustedes?”. “¡Aaay, pues nos íbamos ir a Europa!, pero ya ves que tu compadre es taaan chingón en el trabajo que la compañía no lo deja salir de vacaciones porque sin él se irían a la quiebra segura. Hice el coraje de mi vida, pero... bueno, ese es el precio que tengo que pagar porque mi gordo sea tan inteligente. Estoy taaan orgullosa de él “ (Y piensa: “en cambio tu marido es un “huey” de primera a quien sus jefes mantendrían de vacaciones permanentes para que no estropeara los planes de trabajo”). Y en otros sectores no cambia la cosa: “Al Gatopardo le van a dar el Príncipe de Asturias, (y al babas de tu marido no hay quien le publique su pinche novela que viene escribiendo desde hace dos años) ¿Verdad que se lo merece? Juan Rulfo le viene guango, con todo respeto por los muertitos, pero así es”. “Yo me hice de mi terrenito y ya estoy levantando los castillos, en cambio el güey de mi cuñado sigue viviendo en la pinche vecindad de la Morelos y no tiene ni para cuándo, es que es un güevón”.
Trabajar y trabajar para tener más. Pero... ¿y el OCIO?

Hay que decir que gracias a la fiaca el ser humano ha pasado de la categoría de mono a hombre. Y esto no significa que esté en contra de la teoría Engelsiana expresada en su escrito “EL PAPEL DEL TRABAJO EN LA TRANSFORMACIÓN DEL MONO EN HOMBRE”; la güeva le permite al ser humano pensar, y ello le hace buscar la manera de inventar artefactos y sistemas para trabajar menos. El problema radica en que otros hombres utilizan las creaciones de los güevones y las trastocan, volviendo al ser humano apéndice de los inventos producto de la Güeva Fecunda y Creadora.

Si la güeva no existiera, el ser humano seguiría siendo cazador, pero seguiría haciéndolo a punta de golpes. Ya el hecho de cazar con palos y piedras, demuestra que hubo un güevón que se puso a pensar que sería más fácil y más efectivo agarrar a los mamuts a fuerza de madrazos con palos y piedras y... ¡claro!, lo experimentó, lo llevó a la práctica. Y si no hubiera existido un güevón que desarrollara la idea de que podía disponer de un rebaño al impedir a algunos animales disgregarse haciendo, obvio, un corral, ¿qué habría sucedido? Esas ideas que revolucionaron la forma de vida de las primeras sociedades se hicieron tangibles gracias a que, quienes fueron “iluminados” por esos destellos de sabiduría, estaban echando la güeva.

La ociosidad, vista así, resulta ser la madre de una vida padre. La güeva es, en esencia, el motor del desarrollo humano. Los grandes pensadores y los grandes científicos, si hubieran tenido que estar “ganándose el pan de cada día con el sudor de su frente”, no habrían sido los grandes pensadores ni los grandes científicos, sino unos perfectos desconocidos. Newton hubiera sido: Isaac el de la tienda de la esquina. Se dice que este gran físico desarrolló toda la teoría de la gravitación universal y forjó sus leyes mientras estaba tirando la güeva bajo un árbol, acostadote, cuando una manzana le cayó en la cabeza.

¿Y los grandes artistas? Vicente, el loquito de Arlés, no hubiera trascendido la historia más allá del día en que Theo lo enterró. Pero gracias a la güeva, que lo hizo ser el creador de creadores dentro del impresionismo, el loquito desorejado se dio a conocer universalmente, así como su genial obra. ¿Qué hacía, sino tirar la güeva, en tanto pintaba uno y otro cuadro?

¿Alguien puede imaginar a Marx trabajando en una mina? “Proletarios del mundo, Uníos”. Tener mejores condiciones de trabajo para poder disponer de tiempo para la güeva. Ese es el ideario del comunismo. Él planteaba que entre más se esmeraba el trabajador en su obra (que ya no era suya) más dejaba de sí en ella y más se alejaba de él mismo. Se enajenaba. El enajenarse, interpretando fielmente el pensamiento marxista es, irrisoriamente, perder progresivamente la capacidad de güevonear. De manera que cuando el obrero no estaba trabajando, cuando terminaba la jornada, se iba de peda o con las burdeleras, lo que no es -en forma alguna- “tirar la güeva”, sino buscar una fuga de la realidad.

Estoy escribiendo estas líneas en un procesador de textos, hace algunos años tendría que haberlo hecho en una máquina de escribir mecánica, con el consiguiente desperdicio de hojas y hojas en cada corrección. (La máquina de escribir mecánica es, ya, obra de un gran güevón). Las computadoras son obra de algunos ociosos que tuvieron el tiempo necesario para desarrollarlas. Otra cosa muy diferente es que los “grandes” epígonos del trabajo han convertido, pendejamente, al ser humano en una extensión de las máquinas procesadoras de la información.

Voy a hacer,aquí, un breve “break”, voy a echar la güeva un poco, para poder volver con más ideas sobre el tema que nos ocupa...

BREAK

Hemos dicho que la güeva permite a los seres humanos PENSAR; pero pensar es peligroso. Es peligroso para los dictadores; es peligroso -o, representa un peligro, mejor dicho- para los gobernantes que desean seguir ejerciendo el poder sin que exista quien se los cuestione, para las asociaciones de cualquier tipo que se muestran reacias a los cambios. Visto de esta manera, la güeva se convierte en un factor de subversión del orden; los güevones son conspiradores perniciosos y proscritos. Igual que aquellos campesinos de la alta edad media despojados. Peor.

En los tiempos actuales en que neciamente se practica una nueva versión del liberalismo (que ya el siglo pasado demostró su incapacidad para resolver el problema principal que cada modo de producción ha tenido que enfrentar: proveer del satisfactor principal -por burdo que parezca- comida para la población), los güevones, la gente que tiene tiempo de pensar, son enemigos de quienes pugnan por insertar a los países subdesarrollados (no puede llamárseles de otra forma a países como el nuestro) en un proceso de mercado globalizado, aún a riesgo de la depauperación y polarización de las sociedades, que puede traer como consecuencia estallidos sociales. O, como el siglo pasado, generar una respuesta similar: un Neo-socialismo, que se le puede llamar como se les pegue la gana, pero -en esencia- algo similar. Sin embargo, hoy, todos los movimientos políticos opositores al neoliberalismo se cuidan de parecer socialistas o comunistas (¡Ay, Chulis!, estás “out”; estás pasado de moda. Eres “Emisario del pasado”). Y, sin embargo, pareciera ser que tenemos que volver -a riesgo de parecer “paternalistas”- a replantear cuestiones supuestamente rebasadas: La justicia social y el reparto equitativo de la riqueza.
¡Chin!, confieso que he estado güevoneando y creo que a ello se debe que esté pensando.

(Los gobernantes de los países pobres pueden plantearse que si no entran al proceso de globalización, no podrán intercambiar en el mercado mundial sus exiguas mercancías o el oro (negro) por espejitos. Vale más entrar que quedarse fuera; aunque, en lo interno, los pequeños empresarios y los perdedores de siempre, los pobres, se los lleve la tía de las muchachas. Bueno, pero como no vamos a caer en el “paternalismo”, que se mueran de hambre. Así, ya no habrá pobres. Y vamos a privatizar lo que no nos pertenece, para que los ricotes de este nuestro México puedan codearse con los ricototes de New York, para que nuestros exponentes de la farándula se casen y sean amantes de gente del Jet Set internacional. Así les demostraremos que no somos ciudadanos de un mundo de segunda. SEMOS DE LOS MEROS MEROS. Y tenemos a nuestros artistas filmando en Joligúd. Los de las coloñas siempre han sido jodidos, así que ya se acostumbraron. ¿Y los indígenas? Pues esos ni gente son; eso se lo aprendimos a nuestros “primos”, ¿acaso no, en las películas que veíamos cuando niños, de la conquista del “lejano oeste”, los malditos indios eran los malos? Se dedicaban a cortar cabelleras de los rubios buenos y a agandallarse con las güerotas buenototas que venían con los “gudbois”. Así han de ser esos condenados que andan con el Marcos.).

¡Madre mía! Me estoy asustando de la güeva que me cargo. Debe estarme haciendo mucho daño. Estoy pensando pura barbaridad. ¿ Cómo es posible que dude de las buenas intenciones de nuestros sacrosantos gobernantes? ¿Cómo es posible que pueda atribuirles conceptos como los que vertí en el anterior párrafo?

Debo estar delirando.

Por lo pronto, voy a ocuparme en algo. Estar de güevón me trastorna.
Aunque, como me acaba de comentar Ángel, alguna vez Jaime Sabines dijo: “Yo sí trabajaría, pero tengo un chingo de cosas que hacer”.

(Dehesa dixit).

Sea.