viernes, septiembre 14, 2007

Acerca de Ocio

ACERCA DEL OCIO
(Apologética de la Güeva).

“La ociosidad es la madre de
todos los vicios”. ANÓNIMO.


Hace algún tiempo alguien me dijo, o lo leí en alguna parte, que el origen del epígrafe había que buscarlo en los tiempos de la Revolución Industrial, pues había sido acuñado por los filósofos que trataban de validar lo racional del mercantilismo que dio origen al capitalismo. En aras de la reproducción del dinero, que aún no capital, había que meter en las conciencias de los hombres la idea de que los holgazanes no tendrían cabida en el nuevo mundo que estaba por venir. Había que convencer a todos de que el progreso de las naciones y de los individuos sólo era posible trabajando, trabajando y trabajando como burros en las factorías que dicha revolución estaba impulsando. No quedaba más remedio que emplearse como obrero en las fábricas de hilados y tejidos y otras de símil importancia que se estaban creando por aquí y por allá merced al desarrollo de la tecnología dado por el perfeccionamiento de las máquinas de vapor que en esa época llegaron a un grado tal, que permitió crear volúmenes de mercancías que hicieron posible la ruina de los pequeños talleres artesanales que no pudieron competir con las industrias de su mismo ramo. Los pequeños propietarios de tierras para cultivo tuvieron que deshacerse de ellas, cuando no fueron despojados con lujo de violencia y declarados “vagos”, para que éstas pasaran a convertirse en pastizales para ovejas, las que proveían de materia prima a la industria en boga. Así, los campesinos desposeídos tuvieron que enrolarse como obreros para poder subsistir y para no ser perseguidos por “vagancia”. Así que despojados, cuando no prófugos de la ley, todavía se les metió en la cabeza la idea de que tenían que trabajar como acémilas para no caer en el “vicio” de la ociosidad.

Sin embargo, en la antigua Grecia, en tiempos de Don Aristóteles, se consideraba que una de las actividades más altas de la especie humana era la contemplación y el pensamiento trascendental; esto es -sin más ni más, puesto que no se puede practicar cuando mente y músculos están atentos en otro tipo de ocupación- el ocio. Dicho de otra manera muy castiza: La Güeva.

Y, como dice maese Erich Fromm, con ese tipo de ideas surgidas de los “filósofos” que querían vender a todo mundo lo importante de dejar de pensar, de convertirse en seres ocupados, ocupados, ocupados, se fue dejando de lado el ser para sustituirlo por el tener; el alejarse de la Madre Tierra, de la Naturaleza, para insertarse en el mundo creado por el hombre. Dejarse devorar por las ciudades. Alejarse de la creación de sus manos y su cerebro para convertirse en manufacturador de algo que sólo constituye una parte de un producto final que no va a ver terminado ni va a saber su destino.

Todas las anteriores aseveraciones no quieren decir que quien escribe estas líneas esté en contra del progreso o se niegue a aceptar las cosas como son y luche por como quisiera que hubieran sido; la historia fue así y los hechos pasados no se pueden modificar. Lo que se trata de dignificar, o revalorar, es ... el ocio, la fiaca, la güeva.
El ser humano, hombre o mujer, que sólo tiene en su mente el trabajo como medio de obtener satisfactores y bienes de consumo para elevar su status en una sociedad en la que se compite contra todos por tener más que sus semejantes, se acerca cada vez más a una categoría subhumana. En aras de la competencia, que es la nueva idea que nos quieren vender “filósofos” y gobernantes, nos vamos alejando paulatinamente de nuestros hermanos de especie. Nos vamos hundiendo, sin remedio, en el mal de la época actual:
La Soledad. Y podemos estar entre mil y una gentes y nos sentimos solos. Así podemos reunirnos con la familia de al lado y organizar una velada de chupe y fútbol, pero siempre tendremos en mente el “yo tengo un mejor coche que el pinche de mi compadre”; y las esposas: “nosotros nos vamos a ir a Orlando las próximas vacaciones... ¿y ustedes?”. “¡Aaay, pues nos íbamos ir a Europa!, pero ya ves que tu compadre es taaan chingón en el trabajo que la compañía no lo deja salir de vacaciones porque sin él se irían a la quiebra segura. Hice el coraje de mi vida, pero... bueno, ese es el precio que tengo que pagar porque mi gordo sea tan inteligente. Estoy taaan orgullosa de él “ (Y piensa: “en cambio tu marido es un “huey” de primera a quien sus jefes mantendrían de vacaciones permanentes para que no estropeara los planes de trabajo”). Y en otros sectores no cambia la cosa: “Al Gatopardo le van a dar el Príncipe de Asturias, (y al babas de tu marido no hay quien le publique su pinche novela que viene escribiendo desde hace dos años) ¿Verdad que se lo merece? Juan Rulfo le viene guango, con todo respeto por los muertitos, pero así es”. “Yo me hice de mi terrenito y ya estoy levantando los castillos, en cambio el güey de mi cuñado sigue viviendo en la pinche vecindad de la Morelos y no tiene ni para cuándo, es que es un güevón”.
Trabajar y trabajar para tener más. Pero... ¿y el OCIO?

Hay que decir que gracias a la fiaca el ser humano ha pasado de la categoría de mono a hombre. Y esto no significa que esté en contra de la teoría Engelsiana expresada en su escrito “EL PAPEL DEL TRABAJO EN LA TRANSFORMACIÓN DEL MONO EN HOMBRE”; la güeva le permite al ser humano pensar, y ello le hace buscar la manera de inventar artefactos y sistemas para trabajar menos. El problema radica en que otros hombres utilizan las creaciones de los güevones y las trastocan, volviendo al ser humano apéndice de los inventos producto de la Güeva Fecunda y Creadora.

Si la güeva no existiera, el ser humano seguiría siendo cazador, pero seguiría haciéndolo a punta de golpes. Ya el hecho de cazar con palos y piedras, demuestra que hubo un güevón que se puso a pensar que sería más fácil y más efectivo agarrar a los mamuts a fuerza de madrazos con palos y piedras y... ¡claro!, lo experimentó, lo llevó a la práctica. Y si no hubiera existido un güevón que desarrollara la idea de que podía disponer de un rebaño al impedir a algunos animales disgregarse haciendo, obvio, un corral, ¿qué habría sucedido? Esas ideas que revolucionaron la forma de vida de las primeras sociedades se hicieron tangibles gracias a que, quienes fueron “iluminados” por esos destellos de sabiduría, estaban echando la güeva.

La ociosidad, vista así, resulta ser la madre de una vida padre. La güeva es, en esencia, el motor del desarrollo humano. Los grandes pensadores y los grandes científicos, si hubieran tenido que estar “ganándose el pan de cada día con el sudor de su frente”, no habrían sido los grandes pensadores ni los grandes científicos, sino unos perfectos desconocidos. Newton hubiera sido: Isaac el de la tienda de la esquina. Se dice que este gran físico desarrolló toda la teoría de la gravitación universal y forjó sus leyes mientras estaba tirando la güeva bajo un árbol, acostadote, cuando una manzana le cayó en la cabeza.

¿Y los grandes artistas? Vicente, el loquito de Arlés, no hubiera trascendido la historia más allá del día en que Theo lo enterró. Pero gracias a la güeva, que lo hizo ser el creador de creadores dentro del impresionismo, el loquito desorejado se dio a conocer universalmente, así como su genial obra. ¿Qué hacía, sino tirar la güeva, en tanto pintaba uno y otro cuadro?

¿Alguien puede imaginar a Marx trabajando en una mina? “Proletarios del mundo, Uníos”. Tener mejores condiciones de trabajo para poder disponer de tiempo para la güeva. Ese es el ideario del comunismo. Él planteaba que entre más se esmeraba el trabajador en su obra (que ya no era suya) más dejaba de sí en ella y más se alejaba de él mismo. Se enajenaba. El enajenarse, interpretando fielmente el pensamiento marxista es, irrisoriamente, perder progresivamente la capacidad de güevonear. De manera que cuando el obrero no estaba trabajando, cuando terminaba la jornada, se iba de peda o con las burdeleras, lo que no es -en forma alguna- “tirar la güeva”, sino buscar una fuga de la realidad.

Estoy escribiendo estas líneas en un procesador de textos, hace algunos años tendría que haberlo hecho en una máquina de escribir mecánica, con el consiguiente desperdicio de hojas y hojas en cada corrección. (La máquina de escribir mecánica es, ya, obra de un gran güevón). Las computadoras son obra de algunos ociosos que tuvieron el tiempo necesario para desarrollarlas. Otra cosa muy diferente es que los “grandes” epígonos del trabajo han convertido, pendejamente, al ser humano en una extensión de las máquinas procesadoras de la información.

Voy a hacer,aquí, un breve “break”, voy a echar la güeva un poco, para poder volver con más ideas sobre el tema que nos ocupa...

BREAK

Hemos dicho que la güeva permite a los seres humanos PENSAR; pero pensar es peligroso. Es peligroso para los dictadores; es peligroso -o, representa un peligro, mejor dicho- para los gobernantes que desean seguir ejerciendo el poder sin que exista quien se los cuestione, para las asociaciones de cualquier tipo que se muestran reacias a los cambios. Visto de esta manera, la güeva se convierte en un factor de subversión del orden; los güevones son conspiradores perniciosos y proscritos. Igual que aquellos campesinos de la alta edad media despojados. Peor.

En los tiempos actuales en que neciamente se practica una nueva versión del liberalismo (que ya el siglo pasado demostró su incapacidad para resolver el problema principal que cada modo de producción ha tenido que enfrentar: proveer del satisfactor principal -por burdo que parezca- comida para la población), los güevones, la gente que tiene tiempo de pensar, son enemigos de quienes pugnan por insertar a los países subdesarrollados (no puede llamárseles de otra forma a países como el nuestro) en un proceso de mercado globalizado, aún a riesgo de la depauperación y polarización de las sociedades, que puede traer como consecuencia estallidos sociales. O, como el siglo pasado, generar una respuesta similar: un Neo-socialismo, que se le puede llamar como se les pegue la gana, pero -en esencia- algo similar. Sin embargo, hoy, todos los movimientos políticos opositores al neoliberalismo se cuidan de parecer socialistas o comunistas (¡Ay, Chulis!, estás “out”; estás pasado de moda. Eres “Emisario del pasado”). Y, sin embargo, pareciera ser que tenemos que volver -a riesgo de parecer “paternalistas”- a replantear cuestiones supuestamente rebasadas: La justicia social y el reparto equitativo de la riqueza.
¡Chin!, confieso que he estado güevoneando y creo que a ello se debe que esté pensando.

(Los gobernantes de los países pobres pueden plantearse que si no entran al proceso de globalización, no podrán intercambiar en el mercado mundial sus exiguas mercancías o el oro (negro) por espejitos. Vale más entrar que quedarse fuera; aunque, en lo interno, los pequeños empresarios y los perdedores de siempre, los pobres, se los lleve la tía de las muchachas. Bueno, pero como no vamos a caer en el “paternalismo”, que se mueran de hambre. Así, ya no habrá pobres. Y vamos a privatizar lo que no nos pertenece, para que los ricotes de este nuestro México puedan codearse con los ricototes de New York, para que nuestros exponentes de la farándula se casen y sean amantes de gente del Jet Set internacional. Así les demostraremos que no somos ciudadanos de un mundo de segunda. SEMOS DE LOS MEROS MEROS. Y tenemos a nuestros artistas filmando en Joligúd. Los de las coloñas siempre han sido jodidos, así que ya se acostumbraron. ¿Y los indígenas? Pues esos ni gente son; eso se lo aprendimos a nuestros “primos”, ¿acaso no, en las películas que veíamos cuando niños, de la conquista del “lejano oeste”, los malditos indios eran los malos? Se dedicaban a cortar cabelleras de los rubios buenos y a agandallarse con las güerotas buenototas que venían con los “gudbois”. Así han de ser esos condenados que andan con el Marcos.).

¡Madre mía! Me estoy asustando de la güeva que me cargo. Debe estarme haciendo mucho daño. Estoy pensando pura barbaridad. ¿ Cómo es posible que dude de las buenas intenciones de nuestros sacrosantos gobernantes? ¿Cómo es posible que pueda atribuirles conceptos como los que vertí en el anterior párrafo?

Debo estar delirando.

Por lo pronto, voy a ocuparme en algo. Estar de güevón me trastorna.
Aunque, como me acaba de comentar Ángel, alguna vez Jaime Sabines dijo: “Yo sí trabajaría, pero tengo un chingo de cosas que hacer”.

(Dehesa dixit).

Sea.